Recordando a un amor del pasado
“Que un viejo amor, ni se olvida
ni se deja…”
Ayer tuve un sueño de lo más raro
(en el sentido de que lo recuerdo perfectamente y en general tuvo mucha
congruencia y lo más complicado aún, continuidad). De esas veces que el
despertador es un perfecto inoportuno, pues el sueño se está convirtiendo en algo
muy revelador y placentero.
Hace algunos años tuve una
relación que, a pesar de que tampoco tuvo un final feliz, no fue precisamente
con una persona dañada y enferma como el sociópata del que les he hablado en
mis anteriores historias. Esta relación se dio con quien entonces era mi mejor
amigo y compañero de trabajo. Quiero hacer un pequeño tributo a esos años de
amor-amistad-sexo-compañerismo que vivimos y que gracias a este sueño se
reavivaron en mi mente.
Sin afán de idealizar las cosas,
pues en su momento también hubieron lágrimas y decepciones, lo que verdaderamente
es un hecho es que, cuando te topas cara a cara con el mal, aprendes a
distinguir cuando tuviste algo bueno, que aunque finalmente no haya culminado
en lo que deseabas, por lo menos sabes que no funcionó por otras causas, ajenas
a la maldad y toxicidad que existe dentro de algunas personas. Pasé tantas
cosas con él que la verdad no sé ni por dónde comenzar, quiero dejar que la inspiración
y los recuerdos me vayan guiando hasta donde esto tenga que llegar.
Fernando y yo hicimos clic de
inmediato. En cuanto entró a trabajar a la “empresa del colibrí”, empezamos a
llevarnos de manera increíble. En realidad era fácil llevarse bien con él,
siempre ha sido un personaje muy “easygoing”, pero definitivamente nosotros dos
teníamos una conexión muy especial y fuera de serie. Lo platicamos millones de
veces, teníamos mucho en común, por eso no fue difícil iniciar una relación muy
estrecha. Coincidíamos en música, en formas de pensar, de ver la vida, nuestras
infancias incluso habían sido un tanto similares, nuestros padres nos habían
marcado de maneras parecidas. Hablábamos en realidad de todo, desde las cosas
más simples hasta las más profundas, lo mismo podíamos clavarnos con un partido
de fútbol que viendo una película o escuchando una nueva canción. Fue
incontables veces mi compañero de fiestas, conciertos y pláticas que parecían
no tener final.
A pesar de que se le consideró
siempre dentro y fuera de la oficina todo un galán, a mi de principio lo que me
enganchó a su persona fue su manera de ser. Siempre sonriente, siempre haciendo
bromas, dispuesto a ayudar y aprender de la gente. Su gran facilidad para
llevarse bien con todo el mundo me asombraba. Hacía amistad hasta con las
piedras, por eso era extremadamente divertido estar en su compañía. Con tantos
atributos no era algo descabellado sentir atracción por él, sin embargo, antes
que cualquier otro sentimiento, comencé a tener una gran confianza y se
convirtió en una especie de confidente para mí…pero de esos que, de cierta
forma, te hacen de vez en vez sentir mariposas en el estómago y en el corazón.
Aprendí mucho de él y sé perfectamente
que él aprendió mucho de mí. La amistad trascendió y creció incluso después de
mi salida de la empresa, fue entonces cuando esos amigos inseparables que
solíamos ser, descubrimos que teníamos una cosa más en común…Y de ahí pasamos a
una etapa en la que ambos nos confundimos y no supimos separar ese gusto del
resto de las cosas que nos mantuvieron unidos por mucho tiempo.
Soñar con él no era algo extraño,
creo que he soñado con él más que con ninguna persona que haya conocido en mi
vida. Nuestra interacción era tanta que fue imposible no enamorarme de este
amigo- amante con quien podía amanecer analizando el mundo. Me costó mucho
tiempo entender qué fue lo que no nos permitió convertirnos en una pareja. “¡Lo
tenemos todo!” pensaba yo, pero, la realidad es que siempre nos faltó lo más
importante: hablábamos de todo, de todos y de nosotros mismos, pero nunca de “nosotros
juntos”. Esperábamos quizás que el tiempo hablara por los dos, pero el tiempo
fue quien nos rebasó y encontró en ese silencio la manera de alejarnos.
Aunque durante un lapso lo consideré
egoísta, la vida me llevó a comprender que todo lo que sucedió y no sucedió fue
una culpa compartida. Fallamos ambos y nos perdimos, pero lo cierto es que
también durante un buen tiempo nos quisimos, nos disfrutamos y nos conocimos
como pocas personas llegan a hacerlo en su paso por el mundo.
Nos dejamos de ver, nos volvimos
a buscar, regresamos al mismo círculo del que era tan complicado salir, hasta
que finalmente la vida nos llevó por distintos caminos. Y sí, tal vez no fui
cien por ciento honesta con mi scociópata “ex-novio” porque a decir verdad,
sexual y sentimentalmente las cosas que viví con mi famoso “cous” (como nos
decíamos), las viví por primera vez con él. Viajes, trabajo, proyectos, locuras, juegos,
borracheras, amistades, dramas, celos, risas incontenibles, lágrimas,
confesiones, primeros tatuajes, conciertos, besos, abrazos, cuerpos, coincidencias,
sincronías… ¿Qué cosas no compartimos tú y yo, querido cous?
Te extraño sí, a pesar de que fui
yo quien tomó la decisión de terminar indefinidamente esta relación sin nombre que
siempre tuvimos. Y este sueño de ayer me dejó claro lo importante que fuiste en
mi vida y lo importante que siempre serás, a pesar de todo. Tengo mil fotos nuestras
pero sobre todo, un millón de anécdotas.
Dejaré aquí la que sé que siempre
será nuestra canción por todo lo que significó desde que te la puse por primera
vez.
Hay gente que nos marca para
siempre y si bien no fuimos el uno para el otro, lo que es innegable es que en
algún momento fuimos uno con el otro y nos complementamos de muchas maneras. No
sabíamos separarnos pero tampoco supimos cómo estar juntos. Inmadurez,
inconsciencia o quizás tan solo algo llamado destino. Hoy le hago un homenaje a
6 años de convivencia, de infinitos recuerdos, de pasión, de ternura, de
comprensión, de identificarnos en tantas situaciones y consolarnos siempre que
pudimos, de la forma en que lo hicimos, tan humanos e imperfectos, tan llenos y
vacíos de lo mismo. Tú tan Arsenal, yo tan Barca, tú tan Metallica, yo tan
Radiohead…jamás olvidaré un solo detalle de lo que vivimos, de cuando tocabas
en la guitarra Fake Plastic Trees y yo cantaba. Cuando tan solo tú y yo nos
bastábamos para armar nuestras “fiestas” hasta las 6 de la mañana y nos
enloquecíamos con las rolas que nos gustaban. Cuando nos poníamos sentimentales
en la madrugada y empezábamos a hacer llamadas, a tu papá y amigos que estaban
lejos, a tu mamá, a tu hermana. Es curioso cómo funciona la vida, cómo puedes
en un momento ser tan extremadamente cercano a alguien y en otro ya no saber
más nada. Pero es parte de este ciclo y los dos nos hemos dejado una huella muy
profunda, de esas que sabes bien que no se borran.
Gracias por haber sido tanto y
gracias también por ahora no serlo. Si nos volvemos a encontrar, quizás
sabremos hacer las cosas que no supimos y jugaremos baraja, u otra cosa más
divertida, reconstruyendo con la memoria momentos que en alguna etapa nos
hicieron coincidir y vibrar.
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